lunes, 24 de mayo de 2004

Sturgeon: Mamparo

Theodore Strugeon (1918-1985). Cuento, en Regreso (A Way Home, 1955).
Esta vez el resultado fue eufórico... Un estallido al terminar de leer el cuento, sentado un miércoles, creo, por la tarde, al lado de la estación de transmilenio de las aguas. Caminé ferozmente feliz de regreso a casa. Leí a Sturgeon por primera vez en Visiones Peligrosas III, pero no dejó cicatriz. Ahora, después de Más que humano (luego escribiré sobre este libro) y de este cuento, la cicatriz queda. Sturgeon logra lo, para mí, indispensable de la buena ciencia ficción: explorar los laberintos de lo humano en mundos no reales, pero posibles... En esto la ciencia ficción se separa de la literatura fantástica, en lo posible. De imaginarse viajando en un rayo de luz, dice la leyende, Einstein derivó en las teorías de las relatividades... La buena sci-fi nos recorre imaginando la carne, las visceras (ah, el cerebro, el corazón) deambulando circunstancias imposibles actualmente pero factibles por nuestra exploración insaciable, perversa y pueril del tiempo y la materia y el orden social. En Mamparo un hombre es lanzado a la soledad implacable del espacio, en un viaje de entrenamiento, con única compañía a alguien que no conoce y que no puede ver, al otro lado de un mamparo que los separa... pero puede hablarle, y escucharlo, si quiere... un día quiere y escucha...
No debo contarles más, pero Sturgeon hace acto de fe en lo humano, de nuevo. Su literatura (quizás no tanto en este cuento, pero como conjunto) retrata sin compasión lo más oscuro de esta especie bípeda y cretina, pero luego o entretanto, como si escucháramos a un grupo de antropoides tocar a Bach, nos recuerda, con compasión delicada, que también somos más que la carne destinada a pudrirse de la que estamos hechos. Y acaso, no más que esa carne... un milagro de esa carne. Sturgeon explora las posibilidades de lo humano en universos en algún lugar de los futuros tecnológicos imaginarios, y nos permite encontrarnos, en medio del horror de nuestra banalidad egoísta y cruel, aún redimibles.

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