martes, 7 de junio de 2005

el mar atónito, indiferente...

Bergman (1918- ): Persona (1966)
Nada, aún nuestras historias íntimas más sublimes y desgarradoras, puede prepararnos para esta experiencia cinematográfica categórica. Bergman alcanza simas líricas, realiza una disección tan definitiva y profunda de la naturaleza frágil y compleja del ser humano, que es difícil comparar esta película con ninguna otra. Es imperativo volver a ella, insistir en las revelaciones conscientes o en las que no nos atrevemos a decirnos porque nos aniquilarían, en los animales devastados por la soledad, por el tedio y el cansancio que nos habitan y que la película llama con afectuosa furia. Es necesario volver a la postración agradecida en que quedamos al verla: el cuerpo inclinado sobre un charco de sangre y malas entrañas.
Para querer ser de agua, sal, de piedra.