miércoles, 13 de diciembre de 2006

"From my rotting body, flowers shall grow and I am in them and that is eternity."

Edvard Munch (1863-1944): Omega gråter (litografía, 1908-9)

Tenemos el habito de nombrar los dias. De conmemorar los ciclos que llevan a la misma posicion relativa entre la Tierra y el Sol.
Ayer fue otro ciclo, Edvard Munch, otro ciclo desde que te parieron a un mundo que siempre supiste habitado por "la enfermedad, la locura y la muerte". Viniste al dolor y fue dolor tu mirada al mundo. Y así nos retrataste, con esa mirada, con toda la belleza y la desgracia de nuestra soledad y nuestra angustia. Con toda nuestra sublime podredumbre y fragilidad, ángeles de mierda que conmueven a los dioses.

jueves, 23 de noviembre de 2006

Así

Una urgencia de incinerarse
una llama triste y fría
que lo último que arda
sean las palabras
que comience por mis manos
que se demore en la mirada
que me quede ciego de tristeza
mientras se me calcinan las entrañas
que te llame y no vengas
que no queden cenizas
ni olor
ni memoria

martes, 24 de octubre de 2006

Children of Men

Alfonso Cuarón (1961- )
Leí en alguna crítica a esta película que no era ciencia ficción porque se refería al presente. Entonces, ¿por qué la sutileza, por qué no ser explícito? ¿A dónde se quería llegar con todo esto?
Esta película esta repleta de ocasiones para la angustia y el miedo y el valor en sus personajes. Acaso no los perdí, no los supe ver. Acaso las ocasiones las perdió Cuarón. Están allí los ilegales enjaulados, está la miseria y el hambre, está la guerra y la desgracia... pero ningún personaje mira, mucho menos ve. Ahí está toda la estupidez humana que convierte en ícono a un cretino por ser el más joven en una tierra devastada. Pero nadie en ese universo se da cuenta ni de la estupidez ni del horror. Y no sé bien si de este lado de la pantalla alguien vió realmente algo con sustancia, si es que había algo para ver. Acaso no sé saborear estas cosas pretensiosas, plásticas y artificiales.
Lástima el tema central perdido, la infertilidad humana. El tema del niño recién nacido en medio de un mundo que no ve un bebé hace casi 20 años parece sólo un pretexto para la escena en que descienden con él del edificio asediado y su llanto calla las balas, y acompañan su camino los rostros de asombro y las oraciones... y las balas vuelven y estallan. Quizás eso estuvo dentro de lo poco que quiso decir Cuarón. Primero lo primero, primero las guerras, luego los milagros.
Pero, en ese mundo devastado por la estupidez humana, ¿no había nadie que viera como una desgracia a ese nuevo niño en el mundo, en un mundo en que esta especie babeante y criminal sobra, a gritos?

Arena

Ya sus pies desollados no dejan huellas de sangre en la arena del desierto. Ya el cansancio es una cadencia. Ya no tiene memorias de antes de la sed, del dolor. Ya no piensa en la muerte. Ya no recuerda su nombre, ni qué lo llevó a deambular herido y alucinado en el desierto. No quiere descansar, ni postrarse, no quiere un alivio porque sufrir es todo lo que sabe, es su instante.
Y eso, ese estertor, es una risa.

viernes, 13 de octubre de 2006

La sombra de tu vacío

Baila el sol
macabro, violento
sobre lo que alguna vez
fue tu sonrisa.

Dame la sombra de tu vacío.

viernes, 22 de septiembre de 2006

Semáforo

Va tarde. Muy tarde. Se retuerce en el asiento del conductor, las manos tensas, esperando la señal para seguir. La luz. Repasa el recorrido que le queda, prepara la excusa. Y entonces siente un último segundo que anticipa la luz amarilla. Siente ese segundo espeso, lento. Se ve desde fuera, desde fuera del auto, desde fuera de los relojes. Se vé viendo el cambio dilatado, denso, de la luz roja a la luz amarilla, y luego la luz amarilla se queda, se detiene, permanece y él la mira y es lo último que ve y que se ve viendo, y cuando por fin estalla el verde todo ocurre muy rápido: los pitos, los gritos, gente que golpea en las ventanillas, en el parabrisas, en la puerta, el cerrajero, la policía, las preguntas, el cuarto. El cuarto donde sigue rígido en la misma postura, dejando de esperar, dejando de viajar en el tiempo. Sonriendo.

lunes, 18 de septiembre de 2006

cuando me llamas

es la misma voz
con la que llama
a mi angustia callada
el mar

lunes, 28 de agosto de 2006

sangre turbia y pedazos de piel

quiero morir de lluvia
deshacerme
sangre turbia y pedazos de piel
bajo el agua
y que cada gota duela a gritos

pero callar

sábado, 22 de julio de 2006

entra

ni la mirada de una puta cansada.

ni temblar de frío.

(tatúame los labios con tu olvido).

ni la lluvia.

ni, uno a uno, todos los gritos.

ni volver a ser niño.

ni matarse.

nada.



: entra.

deja afuera la escarcha y tus pies heridos.

ven.

muérdeme los párpados.

dime que no estoy vivo.












dímelo.

miércoles, 12 de julio de 2006

Of men and words

Simon Winchester (1944- ): The surgeon of Crowthorne (1998)
Ya es raro encontrar devotos de las palabras. Hasta no hace mucho, el fervor por un autor, Borges, Caicedo, me congregaba con otros. Es comprensible ese afecto: como símbolos, las palabras, una a una o en su alquimia impredecible, cifran ese animal complejo, patético y sublime que somos, que imaginamos o soñamos ser.
Este es un libro sobre unos raros devotos, un grupo de personajes que se entregaron a la metódica tarea de recopilar todas las palabras del idioma inglés, ilustrando con citas sus usos y significados. Una historia dentro de la historia del Oxford English Dictionary.
Los personajes son asombrosos y conmovedores. El hombre de provincias, autodidacta que acabaría por ser el editor de la obra, y el aristocrático médico de Yale, a quien quizás enloqueció la guerra, criminal, devorador de libros, esquizofrénico. Es la historia del vínculo entre estos dos hombres, un vínculo profundo y filial y exento, muy británicamente, de sentimentalismo.
Hay una magia en la empresa, en su naturaleza británica, en estos dos de sus personajes particulares, que produce una empatía triste.
Y a mí, ya se sabe, me gusta la tristeza.

sábado, 10 de junio de 2006

El Reposo del Guerrero

Christiane Rochefort (1917-1998): Le Repos du Guerrier (1958)
Un libro sobre la interminable estupidez humana. Hace años me decía que en el sexo y en la guerra se manifestaba más nítidamente el animal humano. Era un comentario ingenuo y arrogante, pero temo que acertado. Geneviève descubre el sexo con Renaud, a quien accidentalmente ha salvado del suicidio. A ese encuentro fortuito de carnalidades, decide llamarle, por lo inédito, amor. Se obsesiona con el personaje alcohólico, perverso y perdido que la humilla por no ser más que una pequeñoburguesa confundida. Efectivamente, Renaud está más allá de la pueril comprensión de Geneviève, ella simplemente se arrastra ante un farsante que no puede con su propio cinismo. Pero, en medio de esa orgía de excrementos y excreciones que suele ser el llamado amor, Rochefort, más que del descanso de un guerrero mediocre que se retuerce en su malograda existencia, nos habla durante algunas páginas del otro Renaud, un animal ingenuo y vital, feliz: Renaud resuena en Raphaële, una hermana con quien se entrega a la ebriedad de estar vivo sin metafísicas ni dolores. Juegan juntos en el campo durante páginas y días, sin enamorarse, sin trocar los fluídos de sus cuerpos, pero condenados por estar jugando a ser niños. Les llaman adentro, sus respectivas parejas deciden que todo acabe.
En ese otro amor sin babas leí la verdadera tragedia de esta historia. Ese vínculo que ninguno, ni Raphaële ni Renaud, intentan salvar del mundo. Geneviève se preña de Renaud y así obtiene el ser que anhela, un Renaud sobre el cual imponerse definitivamente, al cual redimir de sus pecados y sus obsesiones. Y Renaud marcha a internarse, ha terminado por creer que no es sino el personaje que una vez quiso suicidarse, que no es sino el pretexto para las babas redentoras de Geneviève. Y el libro acaba.

viernes, 9 de junio de 2006

viaje

(te miro

mientras andas mis playas fértiles de muertos
callo mi designio:
ser lengua muda de tu boca
lengua que no sabe si se ahoga en un mar de mar
o en un mar de sangre)

miércoles, 5 de abril de 2006

cómo nombrarte

cómo nombrarte

cómo elevar al viento la sangre

cómo llenarme de úteros vacíos
y osarios
y carne

cómo sembrarte en mi sombra

cómo huirme
para nombrarte

miércoles, 8 de marzo de 2006

llorando

¿qué soy?
¿esta lágrima que me acaricia?
¿el cansancio del que huyo?
¿la mujer que no fuí, el niño que creció, el viejo que voy a ser?
¿quién?
¿las palabras no dichas?
¿los laberintos cerrados?
un pájaro.
una sílaba.

este dolor en la garganta.

martes, 31 de enero de 2006

nosotros, múltiples, el mismo

Ursula K. Le Guin ( 1929- ): Las cuatro y media (Half Past Four, 1987)
Con cinco nombres (Stephen, Ann, Ella, Todd, Marie) ocupados por distintos personajes, Úrsula K. Le Guin entrelaza ocho historias que relatan las ataduras suaves y violentas de las familias en que encarnamos, los lazos tiernos y dolorosos de los amores que tejemos, los espejos y los vacíos en que buscamos sexualmente quién somos y a quién deseamos, a los seres abrazados, temidos y marginados por ser mentalmente distintos. También son ocho relatos entretejidos por las edades que van desde el feto hasta el ocaso, por las frases y los sentimientos que todos repetimos.
Quizás Le Guin, entre otras cosas, haya querido jugar con la imagen que contruímos alrededor de un personaje evocado por un nombre, para luego convertirlo en otro con el mismo; quizás haya querido señalarnos el invisible contínuo que nos conecta a todos y nos hace el mismo. Un tibio juego de espejos donde nos convertimos de hijo en padre y abuelo, y permutamos entre madre y hermana, entre enamorado y verdugo.
Un suave viaje (en que se corre el riesgo de herirse, sin darse cuenta, la piel o las entrañas) hacia los otros y dentro de nosotros mismos.

una fábula del encierro

Juan Pablo Rebella & Pablo Stoll: Whisky, 2004
Más que los diálogos y la acción, ocurren más los silencios que nos señalan el óxido de la rutina, de los años que no envejecen, sino que aniquilan. Hay dos prisioneros de sí mismos: Jacobo ya no sabrá ver la luz, Martha se encadilará un poco y bailará sin darse cuenta, y quizás, al final, no regrese a la prisión de los días que se repiten sordos.
Una película que deja cabos sueltos, para que terminemos de construir las situaciones, los personajes, para que habite ese otro tiempo cinematográfico que somos nosotros mismos, donde habitan las películas que valen verse y quererse tanto.