martes, 24 de octubre de 2006

Arena

Ya sus pies desollados no dejan huellas de sangre en la arena del desierto. Ya el cansancio es una cadencia. Ya no tiene memorias de antes de la sed, del dolor. Ya no piensa en la muerte. Ya no recuerda su nombre, ni qué lo llevó a deambular herido y alucinado en el desierto. No quiere descansar, ni postrarse, no quiere un alivio porque sufrir es todo lo que sabe, es su instante.
Y eso, ese estertor, es una risa.

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