sábado, 29 de mayo de 2004

Hugo Simberg


El ángel herido


El jardín de la muerte

Creo que el verdadero arte es un perseguidor insaciable. Te sentás frente a Tarkovsky, a Bach, a Simberg y caés en todas las direcciones que tus leyes de gravedad permiten. La mente se vuelve fuegos artificiales, así a veces sean oscuros (brilla y estalla la oscuridad en la oscuridad), dolorosos o felices o ambos (pues hay dolores eufóricos). El arte te hace ocurrir. Como quien acecha a través de sus crímenes a un asesino, reunís las evidencias y perseguís y te dejás perseguir por la lógica incorruptible de tu piel y las historias que te habitan.

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