sábado, 14 de agosto de 2004

De ratas devorando cadáveres

Erskine Caldwell (1903-1987): El camino del tabaco (Tobacco road, 1932)
Llegué a Caldwell por la mención que hace Galeano (El libro de los abrazos, 1989) de "sus esperpentos del sur de los Estados Unidos". Recordaba el nombre pero había olvidado lo de los esperpentos y la imagen que hace de él Galeano, "bajo su deshilachado sombrero de paja (...) rumiando nuevas cochinadas y desventuras para sus miserables personajes". Con la fácil fascinación que ejerce sobre mi la decadencia bien narrada, fue cuestión de dos sentadas en una noche devorar esta agradable carroña. Me gusta leer a los humanos en su más honesta expresión: incapaces de la empatía más elemental, de la dignidad más trivial. La predicadora casquivana sin nariz, la abuela famélica qué vale menos que una sombra y muerta poco más que una boñiga, el padre de 17 hijos temeroso de Dios, procastinador, mendigante; Dios mismo, digno de sus criaturas míseras revolcándose en ese ego patético que es espejo de ese Ego que demanda postraciones... Cuál de ellos no nos evoca? Quien ante tal sugerencia defienda su dignidad babeante hecha de comodidades y tres comidas al día olvida qué tan fácilmente se postra ante las hormonas, el televisor, la maledicencia, la autocomplacencia, la inquina. No sería sino despojar a cualquiera de esas encarnaciones diarias y materiales de su trivialidad más profunda para verlo progresar hacia las alcantarillas.
Luego de leer a Faulkner pocos talentos pueden asombrarnos. Caldwell sinembargo con su prosa desnuda proporciona en el mismo paisaje personajes más reales que los que habitan la metafísica del hastío de Faulkner: Caldwell no se toma tan en serio. Fabrica una comedia hecha del olor de nuestras excreciones y secreciones y nos complace al ponernos en este indiferente universo en el lugar que nos corresponde.

No hay comentarios.: