miércoles, 13 de abril de 2005

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Kurosawa: Ran (1985)
Así como Eurípides, Dreyer y Von Trier se desencuentran en Medea, en esta película absoluta Kurosawa se encuentra con Shakespeare. Todos los personajes adquieren una dimensión total, las imágenes nos construyen el laberinto y no queda más que sumergirnos en una de las experiencias estéticas más sublimes, en la lucidez penetrante de un maestro que nos convierte a su arte.
Esta película fue hecha con una consciencia desmesurada de lo que es la belleza posible en la imagen y la palabra. Y nos cuenta todo: el amor, el perdón, la venganza, la dignidad, la tragedia.
Con gratitud reverencial queda en nuestra memoria más profunda y acaso, y a pesar, como una pieza de Bach, de todo lo demás que somos, mientras dura el arte y su embriaguez somos ese ángel caído y triste dentro de esta carne que se pudre. Así nos revela y así, por ese instante, nos absuelve.

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